(Artículo publicado en eldiario.es)
El tren de alta velocidad como metáfora de un país, o por qué somos el segundo país del mundo con más kilómetros
¿Por qué somos el segundo país del mundo y primero de Europa en kilómetros de AVE? Nuestros gobernantes repiten a menudo el dato como un motivo de orgullo, pero ¿es algo como para presumir? ¿Podemos considerar un éxito que solo China (con un territorio veinte veces mayor) nos supere, y que tengamos más alta velocidad ferroviaria que cualquiera de las grandes economías mundiales?
Dijo ayer Rajoy que “somos un gran país a la altura de sus obras”. Lo dijo al inaugurar otra línea de AVE, Madrid-Alicante. Y usó la metáfora del tren, la forma en que este ha “despejado el camino” para “abrirse paso en los terrenos más difíciles”. Igual que el tren supera cualquier obstáculo (un río, una montaña, un desnivel), nosotros como país “somos más que capaces de salir adelante”.
La metáfora es algo más que un arrebato lírico: en efecto, el AVE, con todo lo que significa, puede ser la mejor definición del modelo de país que hemos construido durante las últimas décadas.
España no es un tren, no cualquier tren: España es un AVE. Un AVE español, para ser más exactos. Nuestro modelo económico, social, territorial e institucional se parece mucho al modelo ferroviario de los últimas décadas. El AVE dice mucho de nosotros, cómo somos, de dónde venimos, cómo hemos llegado hasta aquí.
Hablamos de un tren carísimo e ineficiente, cuyo coste no se corresponde a su utilización, y que se ha comido más de 34.000 millones de euros, incluido mucho dinero europeo para cohesión. Un tren que refleja la desigualdad económica y social, pues disfrutan de él una minoría para sus negocios y ocios, mientras la mayoría se siente afortunada por montarse un par de veces al año.
Un tren que muestra también la desigualdad territorial y atiende el centralismo político madrileño en vez de los corredores principales. Un tren que genera transferencias y concentraciones de población y de riqueza, beneficiando a los grandes núcleos urbanos y empresariales, y dejando en la cuneta miles de pueblos.
Un tren que devora recursos pero también territorio, cuyas exigencias (sin curvas ni pendientes) destrozan el entorno por donde pasa, con grandes túneles, viaductos y desmontes; y que favorece la especulación urbanística al emplazar sus estaciones. Un tren que se ha comido buena parte del ferrocarril convencional, secando los recursos públicos hasta el cierre de líneas y la falta de mantenimiento de las restantes.
El AVE, metáfora del país, es además una desmesurada obra pública que ha enriquecido a las grandes constructoras, generando una circulación de dinero que en algunos casos acababa en sobres en la sede del partido que adjudicaba esas mismas obras.
Como se vio ayer, el AVE refleja también el momento actual del país: mientras las autoridades se hacían fotos y pronunciaban discursos optimistas –incluida una alcaldesa imputada y un príncipe al que ya no gritan “guapo”-, en la puerta los ciudadanos protestaban y se llevaban algún porrazo.
Así dicho, en efecto España se parece mucho al AVE. Pero la alta velocidad habla también del país que pudo haber sido y ya no será, la oportunidad perdida de haber optado en su momento por otro modelo económico y social. Los más de 34.000 millones que se ha llevado el AVE hacen pensar en los planes que en su día se contemplaron de modernizar la red ferroviaria ya existente: por menos dinero tendríamos hoy una red más extensa, a velocidades más que aceptables ( hasta 200 km/h, como tantos trenes europeos), que llegaría a más poblaciones y con precios más asequibles. Planes que se aparcaron en cuanto el gobierno socialista sucumbió a la fiebre del AVE.
Y no solo miramos hacia atrás: el AVE nos habla también del futuro que nos han reservado como país, un modelo económico que no pasa por la investigación ni la formación ni el bienestar ciudadano, sino por el desarrollo turístico. Dijo ayer Rajoy que la nueva línea favorecerá “la movilidad turística”, y estaba describiendo el país que seremos: un paisaje pintoresco cruzado por trenes veloces desde los que hacen fotos los turistas, y que solo se detiene en los grandes núcleos.
Claro que todavía puede ser peor: quizás Rajoy, al decir que somos un país a la altura de sus obras, no se refería solo al AVE, y estaba pensando en otros hitos. Así que, volviendo a la pregunta inicial, ¿por qué somos el país de Europa con más kilómetros de AVE y con más calatravadas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario