En el canal del Berdún el pueblo
de Artieda es memoria de los que fueron sacudidos por el embalse de Yesa como
parte de la política hidráulica franquista: Ruesta, Escó y Tiermas. La
expropiación de las tierras los condenó para siempre. Pero Artieda es, sobre
todo, vida por los que están y luchan en favor de una nueva gestión del agua,
contra el recrecimiento de Yesa, y por continuar mimando las tierras que
heredaron de sus ancestros. Nuevas expropiaciones el 19 de septiembre mantienen
a la ciudadanía movilizada en un ejercicio permanente de resistencia pacífica.
Con la corriente de los pueblos
que hablan desde los muros derruidos en la montaña, desértica en el estío, las
asociaciones Río Aragón y el colectivo de acción mediática Aturando Yesa traen
al conjunto de la sociedad del Estado español un ejemplo de coherencia y de
compromiso social, cultural y medioambiental.
Empantanada en el periodo más
oscuro de la historia reciente, la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE)
promueve iguales soluciones a las del viejo dictador con la complicidad de los
partidos políticos tradicionales. El impacto medioambiental del recrecimiento
del embalse de Yesa -que pasaría de embalsar 500 a más de 1.000 hms cúbicos
forzando la desaparición de ecosistemas en la zona e inundando yacimientos
arqueológicos y patrimoniales como parte del Camino de Santiago-, no parece ser
un argumento de peso para los gobernantes. Sumir en la ruina a los pueblos de
sus gobernados, tampoco.
Con unos presupuestos disparatados, se siguen llenando historias de despropósitos. El último: la ejecución de un nuevo puente de acceso a Artieda en base a las líneas de un proyecto de cota máxima de los diques del embalse que ya ha sido desestimado por el Gobierno central.
Ajenos al juego de intereses de
unas autoridades desprovistas de vocación de servicio público, vendidas al
tintineo del gasto público, y sordas ante el clamor popular, el recrecimiento
del embalse de Yesa hermana a los vecinos que tratan de contener la progresiva
expropiación de su espacio vital. El 19 de septiembre irán una vez más a por
ellos. Los expedientes no dejan lugar a dudas: expropiación forzosa. Un asalto
a sus terrenos, promovido por la CHE, que perturba el musitar de un pueblo
tranquilo, hoy inquieto.
Quizá las expropiaciones no
salten a las portadas de la prensa estatal. Sí lo hacen cuando se pretende
marcar a una ciudadanía impotente que resiste pacíficamente a la imposición y,
dándole desde el poder un giro a la tuerca, se les califica de asaltantes. Así
vimos al parlamentario y líder del Sindicato Andaluz de Trabajadores, Juan
Manuel Sánchez Gordillo, en una anecdótica acción en el supermercado que este
verano nos hizo reflexionar sobre el modelo de sociedad que estamos
construyendo.
Se criminaliza a los pueblos en
la reclamación de sus derechos, y quedan impunes los responsables político
económicos de la cada vez más precaria realidad que vivimos. La riqueza que
atesoran, y las perspectivas de futuro de miles de personas, quedan relegadas a
un segundo plano por la imposición de las instituciones que debieran
defenderlos.
La humanidad y dignidad que emana
de Artieda, y la fuerza de su mensaje -inequívocamente en defensa de la tierra-
son un dique infranqueable al azote posfranquista latente en nuestra
democracia, orillado en un paraje señero de la ribera en el pre Pirineo
aragonés. Por eso numerosos colectivos sociales se han posicionado nítidamente
bajo el lema Artieda somos todos en favor de una nueva gestión del agua
sostenible y consecuente. Del 17 al 19 de septiembre abrirán un foro de debate
y de resistencia en esas tierras vivas de Artieda por las ricas y siempre
nuevas aguas que trae la corriente de sus argumentos.
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