(Mensaje de Arantzadi Bizirik publicado en Diario de Noticias)
La obstinación con que
el Ayuntamiento se está empeñando en destruir la resucitada huerta de Aldaya,
en el meandro de Arantzadi, es digna de mejor causa. Y para causa mejor, la de
todos aquellos ciudadanos que durante lo que va de verano, esforzada y desinteresadamente,
habían puesto en producción este espléndido rincón de la orla del meandro. Ya
se habían empezado a recoger hortalizas (lechuga, calabacín, pepino...) cuyo
destino había sido el comedor social París 365. Y a punto estaban ya de madurar
los tomates cuando, sin previo aviso, las máquinas encargadas de remodelar el
meandro irrumpieron en la huerta para limpiarla de todas aquellas malas hierbas
que con tanto primor habían cultivado los voluntarios y que habían contribuido
a llenar de vida, color, aromas y alegría un espacio condenado por el proyecto
municipal a perder su uso ancestral, para el que tan bien adaptado está, y que
no es otro que el de ser huerta, una huerta por añadidura ecológica,
participativa, pues estaba abierta a todo aquel que quisiera participar en su
cuidado, y solidaria con aquellos que hoy día están padeciendo situaciones de
precariedad y a quienes iba destinada la producción.
Si desde Arantzadi
Bizirik se criticó la falta de participación pública en todo el proceso que
está llevando a la destrucción del meandro, tal y como generaciones y
generaciones de pamploneses lo han conocido, el premeditado, salvaje e
inadvertido destrozo (hay imágenes colgadas en internet que lo atestiguan) de
esta iniciativa popular ha añadido a la sordera municipal tintes de prepotencia
y arrogancia desmesurados. ¿Tan difícil hubiera sido advertir a quienes
cultivaban de la inminencia de una intervención en el terreno para permitirles
recuperar lo que allí había ya fructificado? Pero claro, ello hubiera supuesto
conceder a esos alborotadores condición de interlocutores y, ya se sabe, al
enemigo, ni agua. Porque parece que para este Ayuntamiento, quien pretenda
llevar adelante cualquier iniciativa no reglamentada y controlada por él es
enemigo de lo público, por más que las acciones acometidas en la finca de
Aldaya sean la mejor encarnación de una auténtica iniciativa pública. Eso sí,
sin la participación de intermediarios administrativos, pues más a menudo de lo
que nuestros gestores administrativos se creen, las iniciativas populares no
necesitan de tanta tutela burocrática como se las exige y que terminan por
desvirtuarlas.
Y hablando de
enemigos, no sabemos dónde está la beligerancia: si en toda esta gente que armada
de azadas y rastrillos ha estado trabajando por la regeneración de las huertas
de Arantzadi durante todo el verano, o en el apabullante despliegue policial protector
ante los incontrolados, del honrado trabajo de la maquinaria pesada borrando
del mapa un espacio creado para la convivencia y la participación como era la
propuesta que ha encarnado el colectivo Arantzadi Auzolanean y que sigue
encarnando, pues a cada destrucción de la huerta (y ya van dos en apenas tres
días) ha respondido con una nueva acción de regeneración.
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